En Barcelona, pocas tapas despiertan tanta devoción como unas buenas patatas bravas. Y si hay un lugar que se ha ganado, con los años, la reputación de servir las más famosas de la ciudad, ese es el Bar el Tomás de Sarrià. Situado en este histórico barrio barcelonés, alejado de los circuitos turísticos más transitados, este bar de toda la vida se ha convertido en un auténtico templo para los amantes de las bravas.
¿Qué tienen de especial las bravas de el Tomás?
A primera vista, podrían parecer sencillas: patatas cortadas en dados irregulares, doradas hasta alcanzar un crujiente perfecto por fuera y una textura cremosa por dentro. Pero la clave está en su punto de fritura y, sobre todo, en la salsa.
En el Bar el Tomás, las bravas no siguen la receta habitual con tomate. Aquí se sirven con una salsa picante y una especie de alioli ligero, una combinación que las hace adictivas: potentes, sabrosas y con un picante que no enmascara el sabor de la patata, sino que lo realza.
Patatas bravas, leyenda del Bar el Tomás
Un bar de barrio convertido en mito
El Bar el Tomás no tiene lujos ni pretende ser un local de vanguardia. Su encanto reside en ser un bar auténtico, con mesas de mármol, camareros de trato cercano y un ambiente donde conviven vecinos de toda la vida con visitantes que llegan de cualquier parte del mundo atraídos por la fama de sus bravas.
Es un ejemplo de cómo la cocina popular y bien hecha puede convertirse en un símbolo gastronómico de una ciudad. Aquí no hay sofisticación, sino respeto por la tradición y un plato ejecutado con maestría.
La peregrinación foodie
Probar las bravas del Tomás se ha convertido en un ritual para locales y turistas. Foodies, críticos gastronómicos y curiosos hacen cola en la puerta para degustarlas, y muchos coinciden en describirlas como las mejores de Barcelona, incluso de España.
Este fenómeno demuestra cómo una tapa tan sencilla puede alcanzar la categoría de culto cuando se hace con cariño, constancia y buen producto.
Más allá de las bravas
Aunque las patatas son las grandes protagonistas, el Bar el Tomás también ofrece otros platos clásicos de barra: croquetas, calamares a la romana, tortillas jugosas… Pero está claro que la mayoría de clientes entra con una idea fija: pedir una ración (o dos) de esas bravas que han hecho historia.
Una visita obligada en Barcelona
Si eres amante de las tapas y visitas Barcelona, el Bar Tomás de Sarrià es parada imprescindible. Sus bravas son mucho más que una tapa: son parte de la memoria colectiva de la ciudad, un ejemplo vivo de cómo la tradición gastronómica se construye en los bares de barrio y cómo un plato humilde puede convertirse en icono.
Mi versión de las bravas del Tomás
Después de hablar de las célebres patatas bravas del Bar el Tomás de Sarrià, llega el momento de ponerme manos a la obra. Está claro que la receta original es un secreto muy bien guardado, pero he querido preparar mi propia versión inspirada en ellas, respetando la esencia: una patata crujiente por fuera y tierna por dentro, acompañada de una salsa que combine cremosidad, intensidad y el toque justo de picante.
No pretendo imitar exactamente las que sirven en Sarrià —eso sería imposible—, pero sí ofrecer una propuesta casera que capture su espíritu y que se pueda disfrutar en cualquier cocina. Una receta sencilla, pensada para compartir, que busca rendir homenaje a esas bravas míticas que ya forman parte de la historia gastronómica de Barcelona.
Ingredientes (para unas 4 personas):
4 patatas parmentier (se puede usar red pontiac pero a mí ésta me da buenos resultados)
Ajo
Aceite de oliva
Aceite de girasol
Aceite de guindilla
Sal y pimienta negra
Pimentón dulce
Pimentón picante
Elaboración:
1. En primer lugar pelamos las patatas y las dejamos en agua unos 5-10 minutos para que pierdan el almidón.
2. Seguidamente las escurrimos y las ponemos en aceite de oliva muy suave, que se pochen. No tienen que freírse muy fuerte porque pierde la gracia.
3. Cuando vemos que están pochadas, las sacamos a un colador y con las manos las aplastamos un poco, sin romperse, pero con suavidad las manoseamos un poco.
4. Subimos el fuego y cuando esté el aceite caliente echamos las patatas y las freímos hasta que estén doradas. Con esto conseguimos una patata crujiente por fuera pero suave y cremosa por dentro.
5. Ahora preparamos un alioli a base de aceite de girasol, ajo y sal. Esto irá según gustos, más ajo, menos ajo. Reservamos.
6. Es el momento de preparar la segunda salsa de estas bravas y que las hacen diferentes a las otras. La base es una aceite de guindilla, al cual añadiremos sal, pimienta negra, pimentón dulce y lógicamente pimentón picante que nos dará la gracia al plato. Esto también irá a gustos pero como orientación, para unos 200 ml de aceite de guindilla, 1 cucharada de postre de los dos pimentones, media de sal y media de pimienta negra.
7. Cuando lo tengamos todos, ponemos las patatas, una buena cantidad de alioli y luego el aceite de guindilla por encima.
Este plato es una auténtica pasada, y cada vez que lo hago la gente sigue sorprendida como el primer día que las probaron, no se cansan de repetir.