Pimientos del piquillo confitados: la guarnición que engrandece cualquier carne

Hay guarniciones que acompañan, y otras que elevan. Los pimientos del piquillo confitados pertenecen sin duda a la segunda categoría. Son ese toque rojo intenso que transforma un plato de carne en algo memorable. No se limitan a estar al lado: dialogan con el plato principal, lo envuelven con su dulzura y su brillo de fuego lento.

El piquillo es un pimiento especial, originario de Lodosa, en Navarra, con un sabor tan característico que no necesita presentación. Su carne es fina, delicada y con un punto de dulzor natural que se multiplica cuando se confita despacio, con un buen aceite de oliva y un poco de azúcar o miel. Ese proceso pausado, casi meditativo, saca lo mejor del producto: la pulpa se vuelve sedosa, el sabor se concentra, y la cocina se impregna de un aroma que recuerda a las conservas caseras de antes.

Servidos templados o a temperatura ambiente, estos pimientos se funden en la boca. Su textura untuosa contrasta a la perfección con la firmeza de una buena carne a la parrilla, un cordero asado o una carrillera melosa. Aportan equilibrio y color, y ese punto de acidez natural que limpia el paladar y prepara el siguiente bocado.

Me gusta pensar que los pimientos del piquillo confitados son la prueba de que no hace falta complicarse para alcanzar la excelencia. Solo tiempo, mimo y un buen producto. Cocinar a fuego suave, sin prisa, es casi una forma de respeto: hacia el ingrediente y hacia quien se lo va a comer.

En casa suelo prepararlos como guarnición, pero a veces acaban robando el protagonismo del plato. Porque cuando están bien hechos —brillantes, tiernos, dulces, con ese perfume a aceite y a fuego lento— no necesitan más compañía que un buen pan y una copa de vino tinto.

Ingredientes (para unas 4 personas):

  • 1 lata o tarro de pimientos del piquillo de unos 400 gr
  • 4 ó 5 dientes de ajo
  • Aceite de oliva

Elaboración:

1. Se sacan los pimientos del piquillo de la lata y conservamos el jugo de conservación.

2. Los ponemos en una sartén con aceite hasta cubrirlos y 4 ó 5 ajos cortados y picados por encima.

3. Se dejan confitando a fuego muy bajo unos 50 minutos por cada lado.

4. Precalentamos el horno a unos 180ºC.

5. Ponemos los pimientos escurridos en una fuente de horno y con un pincel pintamos con el liquido que hemos reservado.

6. Los vamos pintando con ese liquido hasta que veamos que queden caramelizados.

Cuidado pasarse que pueden quedar secos.

¡Bon profit!

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