Caracoles al estilo de Lloseta, una jornada memorable con la Acadèmia de la Cuina i del Vi de Mallorca

Hay días en los que la cocina se convierte en algo más que una receta: en una celebración compartida, en un lazo entre amigos que se sella con fuego lento, risas y buen vino. Así fue la jornada que vivimos con la Acadèmia de la Cuina i del Vi de Mallorca, cocinando unos caracoles estilo Lloseta en la casa de Nacho Salas, en Ariany, en uno de esos encuentros que se graban en la memoria por su autenticidad, su calidez y, sobre todo, por el sabor de la tradición bien entendida.

Los caracoles son, para muchos, un símbolo de paciencia y oficio. No hay atajos posibles: hay que limpiarlos con mimo, “engañarlos” con cuidado, hervirlos con hierbas aromáticas y después dejarlos reposar hasta que alcanzan esa textura tierna y sabrosa que los hace tan especiales. Pero lo que distingue el estilo de Lloseta es su sofrito oscuro, profundo, y ese fondo de cocción lleno de matices, donde se mezclan la cebolla caramelizada, el tomate maduro, el laurel, el tomillo, y un toque de picante que despierta el paladar sin robar protagonismo al conjunto.
El resultado es un plato de cuchara vibrante, con una salsa que pide pan y silencio, con ese sabor intenso que remite a los fogones antiguos, a los guisos que se cocinan sin prisa y con cariño.

En aquella comida, entre los muros de piedra de la casa de Nacho, los caracoles se convirtieron en algo más que un plato: eran una excusa para reunirnos, para cocinar juntos y compartir nuestra pasión por la cocina mallorquina. El fuego encendido, las ollas humeantes y las conversaciones entre amigos crearon un ambiente casi festivo. Cada uno aportó algo —una historia, una técnica, un vino, una carcajada— y todo formó parte del guiso, como si los ingredientes se mezclaran también con nuestra alegría.

Recuerdo que alguien, al probarlos, dijo que “sabían a Mallorca”. Y no pudo decirlo mejor. Porque había en ese guiso algo del paisaje de la isla, del aroma a tierra seca y hierba de montaña, del carácter fuerte y noble de su gente. Los caracoles estilo Lloseta son eso: una celebración de lo sencillo, del sabor auténtico, del saber hacer que pasa de generación en generación.

La tarde se alargó entre brindis, bromas y el rumor del viento en Ariany. Y cuando el sol se fue escondiendo tras los almendros, el aroma de los caracoles seguía impregnando el aire, recordándonos que la verdadera cocina no solo se come: se comparte, se vive y se recuerda.

Ingredientes:

  • Caracoles
  • Manojos de hierbas aromáticas
  • Guindilla pequeña (pebre de cirereta)
  • Cebollas
  • Tomates
  • Ajos
  • Pollo de corral
  • Costilla de cerdo fresca
  • Tórtolas y/o palomas
  • Huesos y manitas de cerdo
  • Huesos de vacuno
  • Butifarrones
  • Sobrassada

 

Elaboración:

1. Se hierven los caracoles con unos manojos de hierbas aromáticas, sal y guindilla pequeña.

2. Antes de hervirlos, deben estar bien limpios, lavados con un par de aguas.

3. Se colocan en una olla con agua fría y, a medida que el agua se va calentando, sacan los cuernos (los “engañas”), y mueren con ellos fuera, lo que hace que sean más sabrosos al comerlos.

4. Una vez cocidos, se cuelan y se reservan.

5. Aparte, se prepara un buen sofrito con cebolla, ajos, puerros y un poco de tomate (no demasiado).

6. Cuando el sofrito está bien confitado, se añaden las carnes, cada una con su tiempo de cocción, y agua.

7. Cuando empieza a hervir, se incorporan los caracoles.

8. Se deja cocer todo junto durante 2,5 a 3 horas a fuego lento, y después se sirve.

 

¡Bon profit!

 

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